21 de junio de 2007

Resignación

Gabriel tomó la edición de Werther de Goethe que había comprado ocho días atrás a una anciana en la calle por dos mil pesos (Biblioteca básica Salvat, España, 1970), se sentó en el sofá, la husmeó, la palpó, la observó. Se ubicó en el prólogo, escrito por Carmen Bravo Villasante, y leyó:

"Para leer el Werher hay que haber amado."

Gabriel dejo escapar un suspiro de resignación, cerró el libro y se marchó a encerrarse en su habitación. Algún día leería esa novela, se prometió de nuevo.

12 de junio de 2007

Creo

Creo en el oxímoron, en la contradicción, en la afirmacion de la existencia -o de cualquier cosa- mediante su comparación obligada con esa idea que le hace oposición. Y lo predico, lo conjugo, lo practico. Así como creo en la fragmentación de la unidad, en el todo que se esconde tras las piezas. Pero eso es lo mismo que dije en la primer frase, estoy dando vueltas en círculo. ¿Acaso no es todo un círculo?, ¿acaso voy a empezar a hablar de ciclos?, no lo creo. Creo, creo, creo, cuando era más chico creía que en el momento en que las cosas se redujeran a creencias estaría en las últimas, sería imperdonable. Ahora no lo creo. Ahora no me importa.

La vida es simplemente complicada, o enmarañadamente sencilla.

Creo que cuando logre conocer a un hombre los habré conocido a todos -seguimos con el juego, uno, todos, creo, creía-. El problema es que no logro conocerme a mí mismo. Es más, creo que no empiezo aún a conocerme.

Creo que me limito a creer porque, en este momento de mi vida, no soy capaz de tener certezas, no confío en mis saberes. Creo, no sé. Ahora que lo recuerdo, ese era el problema cuando era más chico, abandonar el conocer en busca del creer era un absurdo, era dejar el terreno de lo seguro, de la confianza en sí mismo por un camino nublado, un puente colgante que se tambalea con cada paso. Creo que era un pedante, un engreído. Creo que soy patético, sensiblero. Eso sí, no poseo "la virtud de la humildad", nunca lo he hecho, nunca lo haré, creo.

Creo que el futuro es incierto, el pasado brillante y el presente deleznable. Siempre ha sido así. Mi presente es malo hasta que se hace pasado, desde la distacia temporal toma visos de leyenda, de valiosas memorias que se esfuman con facilidad. El futuro, igualmente, tiende a estar en mi contra hasta que se ha convertido en mi pasado. Sólo la distancia es capaz de pintarme escenas felices, para cualquiera de los dos lados, pasado o futuro, entre más lejos se ubica la imaginación o el recuerdo, mejor se ve el cuadro. Con si fuera algún tipo de ciclo. Como si yo me encontrara en la angustiosa mitad.

¿puede creer que ahora creo?, le digo con asombro a un viejo amigo, momentos después de darme cuenta.