21 de septiembre de 2009

He tratado de decirte de todas las formas posibles que soy lo peor que pudiste conseguir

That's how the world ends

Al menos aprendí que cuando alguien te dice “vámonos”, cuando una persona te toma una noche de la mano y te dice “huyamos”, no hay que pensarlo dos veces. Hay que correr, tomar los tres trapos que han sobrevivido y echarlos con prisa en la mochila, hay que juntar las monedas y sacar los tres billetes de su escondite, hay que escribir una nota que diga “voy a estar bien” para luego tomar un taxi que los lleve a un bus, a un avión, a un bote, a un almacén de bicicletas. Hay que agarrar la mano de esa persona y sonreír y decirle “bueno” y besarla y besarla y besarla y besarla hasta haber llegado a ese destino que no importa, que puede ser ningún lugar, que seguramente será ningún lugar.

No, no hay que regresar a “casa”. Entre otras cosas porque tus proyectos seguirán siendo sólo proyectos estés donde estés. Entre otras cosas porque siempre “estarás mejor allá” de lo que “estás aquí”; porque, estés donde estés, ése siempre será el peor lugar y habrá algo perfecto esperándote en otro lado; porque por eso es mejor el movimiento, el que se queda quieto se estanca y se hunde y pierde. Porque en “casa” (o lo más cercano que tengas a ello) estás “tú” y están los “tuyos” y está lo “tuyo” y en verdad que ya no te soportas más y mejor desapareces. Porque hay que ser muy imbécil y muy testarudo para no darse cuenta de que una persona que te dice “ven conmigo” también te está diciendo “no importo yo, no importas tú, importamos nosotros” y “estoy dispuesta a muchas cosas” y también “por favor” y “no importa lo que pase”. Porque hay que ser un idiota para no darse cuenta de que hay pocos lugares donde estarás mejor que junto a ella.

Porque hay que hacer parte de la peor clase de ser humano para darse cuenta de lo anterior y aún así decir “no”. Porque hay que ser realmente un cretino para ver a esta persona a los ojos y decirle con el mayor tacto posible “gracias pero no porque soy demasiado estúpido”. Porque sólo un canalla la abandonaría así como así. Porque entonces, una, dos, tres semanas después estarás atrapado en la misma mierda de siempre, la misma mierda de la que has intentado huir toda la vida y que ahora te llega al cuello de nuevo; esa mierda que te ha llevado a tus escapes mediocres, a tus explosiones de baja potencia; y te arrepentirás y será demasiado tarde. Siempre cuando te das cuenta ya es demasiado tarde para cualquier cosa. Y ahí es cuando notas la verdadera falta que te hacen un buen par de cojones y un baño de sangre que acabe con tantas ambiciones.

Pero a esas alturas ya todo se ha ido al carajo y el remolino de excremento de siempre se ha devorado la mitad de tu cuerpo.

He tratado de decirte de todas las formas posibles que soy lo peor que pudiste conseguir.


Ciudad Infierno, Mayo 20 de 2015



17 de septiembre de 2009

Apuntes varios (1, 2 y 3)

1.
Can I start? Philip asked, but Baines didn't hear; he presented in his
stillness and attention an example of the importance grown-up people
attached to the written word: you had to write your thanks,
not wait and speak them, as if letters couldn't lie.
But Philip knew better than that, sprawling his thanks across a page
to Aunt Alice who had given him a doll he was too old for.
Letters could lie all right, but they made the lie permanent:
they lay as evidence against you; they made you meaner than the spoken word.
(The basement room, 19 Stories by Graham Greene, Bantam books, 25 West 45th st., New York, N. Y., USA, Febrero de 1960)
2.

Era una de esas noches en las que sólo sentía deseos de conseguir un gancho de los que se usan en las carnicerías para colgar pedazos grandotes de carne fría y húmeda que la gente va seccionando para llevarse a su casa.
Conseguir el gancho, insertarlo con cuidado por el ombligo y halar con fuerza, con las dos manos, hacia arriba, a volver a sacarlo por la boca como si el gancho fuera un anzuelo y él algún tipo de pez deforme; desencajar la mandíbula, desprenderla y dejarla ahí colgando.
Luego, juntar las últimas fuerzas y abrirse como se abre un presente, un obsequio que ha sido envuelto con mucho cariño y no poca destreza. Regalarse.
Al final se quedaría ahí, con las tripas expuestas, esperando a que los curiosos y los insectos cumplieran con sus deberes.

3.