24 de febrero de 2006

Sobre el aborto

En los próximos párrafos pretendo sentar mi posición frente a un tema tan controvertido (y tan actual gracias a esto de las elecciones) como lo es el aborto. De antemano afirmo que espero no herir susceptibilidades.


Iniciaré aclarando que el derecho a la vida me resulta inviolable, que la vida de los pequeños me parece hermosa que no me gusta que las mujeres aborten. O mejor dicho, que preferiría que no tuvieran que hacerlo.

El embarazo ha de ser un estado muy especial para las mujeres (supongo que para los hombres también, pero trataremos aquí de las mujeres). Lamentablemente esto no sucede en todos los casos, el embarazo es hermoso cuando es deseado, cuando cuenta con la atención necesaria, cuando el estado de salud de la madre y del niño es óptimo.

Conozco mujeres que han redescubierto su cuerpo después de ser madres, el embarazo se convierte en una experiencia vitalizante que cambia las vidas (por poner un par de ejemplos pensemos en Björk y más cerquita en Andrea Echeverri). Tener una persona formándose y creciendo dentro de uno - ¡un hijo! - debe ser una vaina demasiado poderosa (que los hombres jamás llegaremos a experimentar ni a imaginar, justo como el dolor de dar a luz).

El problema está en que no siempre el embarazo es un regalo divino. Por desgracia existen las violaciones, las malformaciones genéticas y tantas cosas que pueden complicar el embarazo. y por complicar no me refiero a causar vómito y mareo, me refiero a poner en riesgo la vida de la madre, a saber que si la criatura nace será infeliz, vivirá adolorida y morirá pronto.

Y es que finalmente de lo que estamos hablando es de la mujer, de su cuerpo. No creo en el "instinto materno", si este existiera no pasaría lo que a diario vemos que pasa en nuestro país y en todo el mundo. Ya es tiempo de que la sociedad -el hombre más precisamente- deje de decidir sobre la mujer, sobre su corporeidad, sobre sus vidas.

No digo que hay que obligar a las mujeres en "X" circunstancias a abortar. Ya he dicho que me encantarìa que no hubiera abortos. Pero considero que la opción debe existir, cada mujer debe tener la oportunidad de decidir si tener o no tener la criatura que lleva en su vientre. Estoy encontra de que una moral caduca y una Iglesia medieval impidan que las mujeres asuman completamente su papel de madres (ese papel empieza por querer ser madre, estar preparada y dispuesta).

Además es importante parar con los abortos clandestinos y sus inconvenientes: operaciones mal realizadas, infecciones y hasta muertes como ocurrió hace poco. Es necesario llevar un control real sobre los abortos que se realizan, las estadísticas reales servirían para entre otras cosas conocer los motivos de tales abortos y trabajar por suplir esas falencias.

Es más importante trabajar en planificación que estar viendo cómo tumbar el aborto. Con menos niñitas de quince años embarazadas tendremos menos abortos. Ah no, qué pena, se me olvidaba que eso también es pecado.

Y pues sí, ya sé que no he dicho nada nuevo pero he dicho lo que tenía que decir.

Teoría de la conspiración:

Escuché que a las empresas de salud no les conviene la legalización del aborto porque tendrían que incluirlo en sus planes y eso les generaría mayores gastos. No sé para ustedes, pero para mí esto es falso.

15 de febrero de 2006

People are strange

The doors

People are strange when you’re a stranger

Faces look ugly when you’re alone
Women seem wicked when you’re unwanted
Streets are uneven when you’re down
When you’re strange
Faces come out of the rain
When you’re strange
No one remembers your name
When you’re strange x3
People are strange when you’re a stranger
Faces look ugly when you’re alone
Women seem wicked when you’re unwanted
Streets are uneven when you’re down
When you’re strange
Faces come out of the rain
When you’re strange
No one remembers your name
When you’re strange x3
When you’re strange
Faces come out of the rain
When you’re strange
No one remembers your name
When you’re strange x3

Niña: No se sienta mal, no está sola, no del todo. Créame, yo sí la recuerdo aunque no se lo demuestre. Le prometo que un día de estos la voy a llamar (¿Cuántos meses llevo diciendo eso?, trataré que esta vez sea cierto). Usted sabe cuánto la quiero, no desespere.

10 de febrero de 2006

Crónica de una muerte imprevista y notas de pie de página

La crónica:

Esta semana entré a la universidad. Aún así, en las noches tuve tiempo para realizar diversas actividades, entre ellas, cada noche sacaba a La Rata, la dejaba correr por todo el apartamento, jugaba con ella, intentaba enseñarle trucos, o a caminar detrás mío, en fin. Estuve pendiente de su aseo, de su alimentación, de su espacio, de que tuviera algo de madera para jugar y morder y de darle agua. Todo iba bastante bien, era muy inteligente, activa, todo un encanto que tan solo hizo un par de daños (mordió a mi hermana, mordió un mueble de mi cuarto, mordió un archivador).

Ayer, Jueves, tuve clase hasta las ocho de la noche (¿Qué no le he comentado la porquería de horario que tengo? imagínense un Martes de 7 AM a 8 PM, un Jueves de 9 AM a 8 PM y un Viernes con tan solo una clase). Llegué a mi casa a eso de las nueve, encendí el PC, me dieron mi comida y le pregnuté a mi hermana:

- ¿cómo va La Rata?
- No sé, no la he visto
- Porqué no me haces el favor de ir a verla
- Bueno... ¡Felipe, La Rata está muerta!

En ese momento salí corriendo y cuando llegué, la vi echada de lado, un poco como enroscada, no parecía respirar. La tomé, estaba flácida, parecía como de ule. No podía saber si respiraba, no le sentía pulso y no se movía. Después de unos momentos la di por muerta, pero no perdía las esperanzas. Y pues sí señores, tuvo una contracción en algunos de sus músculos, salimos corriendo a la cocina en donde servimos un poco de agua y le acercamos el hocio, reaccionó un poco y la dejé con mi hermana mientras fui a buscar medias y cosas para darle calor. Cuando ya la teníamos cobijada, mi hermana consiguió un gotero con el que empezamos a darle agua, era como si estuviera desmayada, no comía lo que le ofrecíamos, escasamente movía la cabeza y parecía perder el conocimiento nuevamente.

Toda la noche estuve con ella, algunas veces parecía reaccionar, pero al instante recobraba su condición. La tuve bastante tiempo junto a mi cuerpo intentando darle calor (lo que no resulta tan fácil, ya que la mayor parte del tiempo parezco muerto, suelo estar muy frío). Estuve con ella todo el tiempo que pude, dándole agua, que era la única forma en que reaccionaba. Cuando tuve que acostarme, le di las últimas gotas de agua y la dejé entre varias cobijas.

Al despertar, abrí la cobija rosada, la misma que me cubrió cuando bebé, la que me hizo pasar la mayor chiflada que haya escuchado en mi vida, y ahí estaba el cuerpo de La Rata, tieso cual pan francés

Notas de pie de pagina:
  • He abierto un nuevo blog, Ojos caleidoscópicos, acerca de mi producción audioviual y relativos. Quedan cordialmente invitados.
  • Damos también la bienvenida a la licencia de Creative Commons, al final de la sidebar podrán enterarse aquellos que no tienen ni idea de qué hablo.

Decansó en la paz del señor

7 de febrero de 2006

Acerca de lo sagrado

Toda mi vida estudié en colegios católicos, de curas. Mi abuela materna, persona importantísima durante mi niñez, fue una vieja devota, camandulera. Yo, quise ser cura duante algún momento de mi infancia. Cuando estaba en segundo de primaria llegaba temprano gracias a la ruta, pero a diferencia de mis compañeros no llegaba a jugar Fútbol, entraba a la capilla donde un cura probablemente traido gracias a la magia de la criogenia nos recitaba cosas que no recuerdo, especie de mandamientos distintos a los de la ley sagrada de Moisés, consistentes en actos como el de recibir viajeros y visitar presos, cosas así.

Pero pronto eso terminó. Empecé a ser un católico más, de los que van a misa una vez al año y no predican con el ejemplo, igual era un pequeño niño. Para grado séptimo cambié de colegio, ingresé al San Bartolomé, colegio que cambió radicalmente mi vida y con el que pese a lo que diga estoy muy agradecido. Allí había que asistir a eucaristía quincenalmente por grados, las clases de religión eran en serio, y se respiraba un ambiente católico la mayor parte del tiempo. Ahí fue cuando empecé a cestionarme sobre Dios, la iglesia y otras cosas. Tendría once o doce años, corría el año 2000, el del fin del mundo.

En octavo seguí con mis inquietudes. Y conocí varias personas que me ayudaron a cambiar mi visión de mundo. El primero fue el nuevo profesor de religión, el hombre parecía evangélico, nos hacía rezar y soltaba con ligereza afirmaciones del talante de "Con los cráneos de este curso yo también puedo crear una cadena evolutiva, no crean esas bobadas, crean en dios y en su obra...". Ante tal hombre fue que por primera vez me puse de pie y dije: Soy ateo, no quiero ver esta clase. El escándalo fue mayor, y tras muchos ires y venires terminé por aceptar que mientras mis compañeros estaban en clase yo iría a asesoría espiritual con el director de pastoral del colegio.

Él fue otro personaje importante en mi transformación. Cuando llegué a las dichosas asesorías esperaba a un cura anciano que me regañara y me dijera que me iba a quemar en el infierno si no me arrepentía de mis afirmaciones. Pero lo que encontré me sorprendió bastante, el sacerdote era un hombre joven, recién ordenado, de nombre Édgar si mal no recuerdo. Me recibió con preguntas como ¿por qué dices eso?, ¿de qué quieres hablar?, no con sermones. Y ahí empezó a hablarme de Díos, pero no del Dios de barba y túnica, sino del dios presente en cada uno de nosotros, en la hermosura de la creación, en el amor a la vida, dios como energía, no como un ser lejano, por el contrartio algo cercano, con quien me relacionaba en el diario vivir.

De mis actuales creencias quiero hablar, pero en otra ocasión.

Fueron años de transición, y no me atrevería a afirmar que a estas alturas tal transición halla culminado. Dejé de escuchar la cadena básica de Caracol y La Luciérnaga para pasar a escuchar Radioactiva (actualmente escucho Radiónica y La W), probé el cigarrillo, el licor y tantas otras experiencias. Ingresó a mi vida el rock de forma permanente y probablemente vitalicia.
Y he aquí el punto que quería tratar, por el que escribí semejante perorata sobre la evolución de mis creencias, es el siguiente:

Cuando pequeño, quise que mi papá me regalara un colgandejo de esos que ahora están de moda y que tienen dibujitos de santos, ah ya, un escapulario y nunca lo hizo. Tenía una cruz colgada en la pared de mi cuarto. Dios y sus familiares eran sagrados para mí, nadie podía hablar mal de ellos, me enfurecían los chistes sobre Jesús. Pero después era yo mismo quien me burlaba, comulgaba varias veces en la misma misa, me dormía, le hacía bromas a los curas, me iba a confesar con una grabadora encendida y me grababa confesando barbaridades que ni a estas alturas he estado cerca de cometer, intentaba ser sacrílego con todo aquello que representó algo para mí, botaba la cruz de mi cuarto a la basura y, cuando mi mamá la sacaba, la ponía de cabeza, sólo porque me causaba placer, me sentía superior, libre de ataduras, no había un dios que me juzgara, parecía un iconoclasta destruyendo cuanta imagen sagrada llegara a mis manos.

Pero ahora, siento que he construído otros ídolos, otras figuras sagradas con las cuales no me meto y prefiero que no se metan en frente mío. Muchas veces me he encontrado molesto en una cantidad considerable cuando alguien dice en mi presencia (y generalmente debido a ella), cosas como "¿los birols?, uy no, ese grupo es una chanda, eso es re-viejo y todo mediocre", "¿música clásica", uy no, esa vaina me duerme".

Ahora existen objetos, obras y personajes (pertenecientes a la cultura popular del siglo XX generalmente) a quienes tengo en un altar muy elevado, los llego a considerar dioses, casi que les rindo culto, representan para mí estadios superiores del espíritu humano.

Lo que me molesta, es que creo que puedo y que debo vivir sin estas figuras idílicas. Siempre he pensado que el humano debe liberarse de ese tipo de ataduras que impiden su desarrollo completo. Pero tal vez cuando me libre de estas imágenes veneradas aparezcan otras, condenándome siempre a tener eso que tento me molesta: lo sagrado.

Entonces sólo me queda un cuestionamiento que me falta responder, ¿acaso es cierto que el ser humano debe tener algún tipo de representaciones casi icónicas de lo que le da sentido a su vida (Arte-Religión-Ciencia), debe haber algo sagrado para uno?

Las respuesta se hace esperar.

Este escrito será ampliado y complementado en su debido momento.

6 de febrero de 2006

Los chinos de mi barrio

Los chinos de mi barrio no son chinos. Los chinos de mi barrio son coreanos, no sé si del norte o del sur. Los chinos de mi barrio tienen un restaurante, y el restaurante es de comida china.

El restaurante se llama flor china. El restaurante es un edificio muy feo, plano, blanco y sin gracia. El restaurante tiene una puerta, una puerta que da a un jardín muy bonito en un parque, en donde los chinos de mi barrio practican artes marciales, y si uno madruga y tiene suerte, los puede ver desde el bus haciendo sus figuras.

Lamentablemente para los chinos de mi barrio, hay otro restaurante chino, "Nueva felicidad" se llama, queda en otro barrio, pero es más bonito, más rico y los domicilios se demoran menos pese a quedar más lejos. Los dueños de ese restaurante son unos "chinos", unos "chinos" del Valle Del Cauca que se vinieron para acá. Lamentablemente para los chinos de mi barrio, yo prefiero comprarle a los "chinos" del otro barrio. Especialmente porque los "chinos" echan más huevos de codorniz.

Escrito en un bus, a las diez de la mañana. Terminado en una clase de contabilidad financiera de algún semestre de Mercadeo.

Primer día de clases:

  • Entré a clase con una gente que no conocía, a una carrera que no conocía y a una materia que ni idea. Buen plan para cuando no tengan nada qué hacer, turismo escolar.

  • Qué día tan poco útil.

  • Los Michelsen, fundadores de mi universidad, vendieron el 70% a un consorcio multinacional norteamericano. No sé si también hallan vendido la Universidad del Istmo, el Bogotá Community College o qué. No me gustaría terminar estudiando en la universidad Coca-cola TM, por poner un ejemplo.

  • Primer cerveza del semestre: Tres de la tarde, en un sitio llamado Sonido Rock, muy buena decoración, lamentablemente hasta las cuatro es restaurante y no ponen música, después es bar, entonces pues imaginarán la escena de jóvenes tomando cerveza un lunes a las tres de la tarde rodeados de gente disfrutando su almuerzo ejecutivo. Aspiro volver al sitio en un momento más indicado, queda detrás de la iglesia de Lourdes.

4 de febrero de 2006

Rata nueva

En los últimos días se había desarrollado en mi hogar una especie de leyenda urbana que hablaba sobre un pequeño hamster que deambulaba por el conjunto y que mi madre y mi padre aseguraban haber visto en más de una ocasión.

Cuando me contaron esto, en tono de anécdota y con la sentencia de mi padre de "eso no demora en comérselo un gato", me valió huevo. Aunque mi hermana sí demostró un poco de interés pronto desviamos el tema hacia alguna otra cosa, al fin y al cabo estábamos cenando en familia y es momento para hablar de otras cosas, como que ojalá este año mi hermana sí se comporte en el colegio y lo porquería que es mi horario para este semestre.

Una noche después, mientras en mi casa había varias personas de visita, salí a hablar con un amigo en la entrada de mi edificio. En medio de la conversación, vi pasar un gato en rauda carrera. Para mi sorpresa, el gato llevaba en la boca un hamster y se encontraba presto a tragarlo.

En ese momento, pese a que mis principios me dictan que los seres humanos no debemos intervenir (en lo posible) dentro de los procesos de la naturaleza, pese a mi confianza en la sabiduría de la diosa madre y en la supervivencia del más fuerte, en la cadena alimenticia, el instinto y demás, no pude evitar abalanzarme sobre el victimario y permitir el escape de la pequeña rata.

Ocurrido esto, mi amigo Miguel y yo tomamos el hamster, jugamos un rato con él, buscamos a quienes creíamos eran los dueños y, antes de liberarlo, decidí subir a mi apartamento para fastidiar a mi padre quien odia los roedores en todas sus presentaciones. Una vez arriba, conmoción familiar, madre, hermana, primas y tías enternecidas, padre molesto, súplicas de la princesa de la casa y una decisión: la rata se queda, gústele a mi papá o no le guste.

Y como fui yo quien lo rescató, yo soy el "dueño" y yo le pongo nombre: se llama La Rata, así mi mamá y mi hermana quieran un nombre más bonito como Hamtaro, Flipper (¿Qué Flipper no es nombre de delfín?, ¡Por favor!), Splinter o hasta Miqui Maus. De malas. Ahora lo importante es que La Rata sobreviva a los futuros intentos de raticidio de mi padre, quien no dudará en lanzarlo por la ventana en cuanto vea un gato, o en pasarle la brilladora por encima en un descuido de sus vigías.

Por el momento, La Rata se ha adaptado bien a su nuevo entorno, ya le presenté al otro ratón de la casa y por el momento está ubicado en una caneca de basura mientras dejo la pereza de conseguir todas las comodidades que merece. No sé si ya se conozca con los zancudos de mi cuarto, pero tarde o temprano terminarán entablando una buena amistad.




Dicen por ahí que...

  • Lo del blog hasta el momento no fue un arrebato de un par de semanas, ya llevo dos pares y no he flaqueado.