28 de marzo de 2008

Statu quo

Escribir basura para desahogarse de algún modo. Estar solo en casa, fumando, bebiendo cerveza, utilizando el dolor físico para recordar. Ser incapaz de organizar mi mente, mis pensamientos, mis cosas. Ser débil, susceptible. Autodestrucción mediocre -como todo lo demás-, en cuotas pequeñas, aceptables, que no se note, nada demasiado radical, bien medida. Pensar en viejos vicios, pronto adquiridos, pronto abandonados. Intentar nuevas prácticas. Abandonarlo casi todo. Pensar en claudicar. La última rendición.

Ser incapaz.

Una nueva última oportunidad. Eternas últimas oportunidades. Nunca tocar fondo. Caer eternamente. Levantarse por un momento y luego desfallecer con más fuerza. Equivocarse siempre. Nunca arrepentirse. Sandeces y más sandeces. "Quinceañerismo".

No poder pasar de la palabra a la acción. Incapacidades. Teoría intrascendente. Las palabras y las frases no se unen como se quisiera, como debieran.

Encontrar no lo que se busca sino un placebo que parece, de momento, adecuado. Recordar que se había dejado de buscar.

Pensar en las previsiones de los demás, en que algún día, sin quererlo, se les dará la razón. Al final fueron ellos los que siempre supieron, los que tenían la sensatez y el resto de cosas de su lado. ¡Bum!

Reconocer -aceptar, porque ya se sabía pero se pretendía ignorar- el falso desenfreno, los últimos tiempos, como un distractor, una excusa para no encontrarse consigo mismo.

¿Cómo se les ocurre confiar en mí para tratar de subirles los ánimos?, ¿orientar?, ¿aconsejar?, ¡por favor!

Preferir ser otro tipo de persona. Saber que no es posible. Las cosas son como son.

Intentar.

Frustración.

Repetición.

Resistir.

Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.
Inmutable.

Et cetera ad náuseam.

2 comentarios:

Marcela Ewert dijo...

y sin embargo, cuando más te concentras en la inmutabilidad es cuando más terminas cambiando. Peor es cuando uno no se da cuenta; y entonces un post en un blog le hace recordar que lleva semanas sin responder un correo que le hizo creer nuevamente en que había sentido en el simple -pero enormemente difícil- hecho de intentar.

Y sí, vamos cayendo. Lo que escribes me recuerda tanto a Vicente Huidobro. "La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer". Será porque a él también vivió el principio de siglo. (Cómo será nosotros que además nos tocó vivir el principio de milenio?)

un saludo, lejano, o tal vez no.

Mario S. Nadie dijo...

¿Y quien fue el idiota que tuvo la fabulosa idea de confiar en usted, vil despojo animal, para buscar ayuda?

Supongo que esa incapacidad para pasar de la palabra a los hechos es lo que ha evitado que inmole su pequeño cuerpo contra algún objeto de los muchos que le despiertan esa rabia que lo acompaña siempre.

Saludos, hermano abejo (sin la silaba "rro" al final, para eso le falta muchísimo).