23 de julio de 2007

Y siempre fueron uno

Y eran dos y estaban atados por un cordón de carne en la espalda. Y por eso nunca se habían podido ver. Y eran opuestos y eran idénticos. Y por eso se conocían. y cuando uno dormía, el otro despertaba. Y mientras uno dormía, el otro vivía. Y el uno vivía lo que el otro soñaba y el otro soñaba lo que el uno vivía. Y por eso se odiaban. Y por eso se amaban. Y por eso eran el mismo y eran distintos. Y por eso, poco a poco, fueron confundiendo sus identidades. Y cuando uno se levantaba el otro todavía no querìa dormirse. Y cuando el otro querìa dormirse el uno no quería despertar. Y así fue como se dieron cuenta de que el acto voluntario de dormir era un suicidio soluble. Y la vida fue haciendo que les gustara soñar la vida del otro, mas no vivir la propia. Y entonces todo se trastocó y uno quería estar dormido todo el tiempo y el otro también. Y ya ninguno de los dos queria vivir. Y su comunicación era tan pobre que el problema parecía sin solución. Y todo seguía igual hasta que el limbo entre el sueño y la realidad, que era el único espacio donde podìan encontrarse, empezó a hacerse eterno. Y allí sus pasiones se hicieron inaguantables, porque cada uno amaba y odiaba del otro lo que veía en él de sí mismo. Y un día encontraron el modo de separarse. Y lo hicieron. Y se reconocieron. Y al principio fue difícil, porque lo seguían compartiendo todo, menos los horarios de sueño. Y luego decidieron unir sus horarios y vivir al mismo tiempo. Y seguía igual de difícil. Y ahí fue cuando se dieron cuenta de que el sueño ya no era lo de antes, sus problemas ya no desaparecían, permanecían y se hacían imposibles. Y entonces intentaron reunirse. Y como era de esperarse no pudieron. Y con el tiempo la desesperación se hizo más y más grande. Y como la idea del suicidio irresouble los espantaba, cada uno tomó una secreta determinación. Y esa mañana, en el desayuno, cada uno envenenó al otro. Y al final, agonizando, se dieron cuenta de que no eran tan distintos. Y eso que tampoco era que fueran iguales.

Y etonces, en el limbo de la muerte, donde se encontraron de nuevo y por última ocasión, se pusieron de acuerdo por primera vez de verdad en su vida. Y es que antes se ponían de acuerdo sin ponerse de acuerdo. Y entre los dos le dictaron al tercero la historia de sus vidas, y sus conclusiones, moralejas y enseñanzas. Y al parecer pudieron perdonarse.
Y el tercero los escuchó en silencio, como había hecho siempre. Y es que nunca habían sido dos, siempre habían sido tres, pero el tercero no decía nada y por eso nunca lo habían tenido encuenta. Y el tercero, silencioso y meditabundo como siempre, triunfó sin proponérselo, sin darse cuenta. Y ese día nada, ninguno de sus problemas pudo borrarle la sonrisa. Y por fin, sin mayor esfuerzo, pudo deshacerse de los fantasmas atemporales. Y su ser sintético encontró la dicha y la felicidad. Y le duraron bastante. Y al tercero nunca más le gustó dormir. Y el tercero se volvió insomne. Pero eso ya no importa.

1 comentario:

Camilo Uribe dijo...

Hay personas en tu pensamientos que son mas reales que las que tienes a tu lado.