Y eran dos y estaban atados por un cordón de carne en la espalda. Y por eso nunca se habían podido ver. Y eran opuestos y eran idénticos. Y por eso se conocían. y cuando uno dormía, el otro despertaba. Y mientras uno dormía, el otro vivía. Y el uno vivía lo que el otro soñaba y el otro soñaba lo que el uno vivía. Y por eso se odiaban. Y por eso se amaban. Y por eso eran el mismo y eran distintos. Y por eso, poco a poco, fueron confundiendo sus identidades. Y cuando uno se levantaba el otro todavía no querìa dormirse. Y cuando el otro querìa dormirse el uno no quería despertar. Y así fue como se dieron cuenta de que el acto voluntario de dormir era un suicidio soluble. Y la vida fue haciendo que les gustara soñar la vida del otro, mas no vivir la propia. Y entonces todo se trastocó y uno quería estar dormido todo el tiempo y el otro también. Y ya ninguno de los dos queria vivir. Y su comunicación era tan pobre que el problema parecía sin solución. Y todo seguía igual hasta que el limbo entre el sueño y la realidad, que era el único espacio donde podìan encontrarse, empezó a hacerse eterno. Y allí sus pasiones se hicieron inaguantables, porque cada uno amaba y odiaba del otro lo que veía en él de sí mismo. Y un día encontraron el modo de separarse. Y lo hicieron. Y se reconocieron. Y al principio fue difícil, porque lo seguían compartiendo todo, menos los horarios de sueño. Y luego decidieron unir sus horarios y vivir al mismo tiempo. Y seguía igual de difícil. Y ahí fue cuando se dieron cuenta de que el sueño ya no era lo de antes, sus problemas ya no desaparecían, permanecían y se hacían imposibles. Y entonces intentaron reunirse. Y como era de esperarse no pudieron. Y con el tiempo la desesperación se hizo más y más grande. Y como la idea del suicidio irresouble los espantaba, cada uno tomó una secreta determinación. Y esa mañana, en el desayuno, cada uno envenenó al otro. Y al final, agonizando, se dieron cuenta de que no eran tan distintos. Y eso que tampoco era que fueran iguales.
Y etonces, en el limbo de la muerte, donde se encontraron de nuevo y por última ocasión, se pusieron de acuerdo por primera vez de verdad en su vida. Y es que antes se ponían de acuerdo sin ponerse de acuerdo. Y entre los dos le dictaron al tercero la historia de sus vidas, y sus conclusiones, moralejas y enseñanzas. Y al parecer pudieron perdonarse.
Y el tercero los escuchó en silencio, como había hecho siempre. Y es que nunca habían sido dos, siempre habían sido tres, pero el tercero no decía nada y por eso nunca lo habían tenido encuenta. Y el tercero, silencioso y meditabundo como siempre, triunfó sin proponérselo, sin darse cuenta. Y ese día nada, ninguno de sus problemas pudo borrarle la sonrisa. Y por fin, sin mayor esfuerzo, pudo deshacerse de los fantasmas atemporales. Y su ser sintético encontró la dicha y la felicidad. Y le duraron bastante. Y al tercero nunca más le gustó dormir. Y el tercero se volvió insomne. Pero eso ya no importa.
23 de julio de 2007
6 de julio de 2007
No Presente
He llegado al No Futuro. En el pasado el No Futuro fue menos incierto. En el presente, incierto es un fractal que parece conducir, de algun manera, a un abismo infinito que está en un camino tan seguro como fácil de evitar. Pero se supone que yo no soy facilista.
Contradicciones:
Varias veces he dicho que el mundo es una pelota de pinpón, o que gira en torno a una pelota de pinpón. También he dicho que los pinpones son chéveres -y esto último es empíricamente comprobable-. Entonces, si el mundo no es chévere -o es "un chiste que no logro entender"-, ¿en cuál de mis dos enunciados me he equivocado?
Sí, esto parece vulgar publicidad para mi Twitter, pero va ás allá. O más acá.
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