L. estira el brazo y la silencia.
- Seis horas, treinta minutos, hora de levantarse -repite la voz de una mujer desde un teléfono celular.
- Agh, ¿pones la tuya en quince minutos?
...
- Seis horas, treinta minutos, hora de levantarse -repite la voz de una mujer desde un teléfono celular.
L. estira el brazo y toma el reloj, se depereza, se levanta. An. se refriega los ojos.
- No te vayas, quédate.
- No puedo.
- No importa, quédate.
- Tengo que encontrarme con esta gente.
Además tu querida compañera de habitación no tarda en llegar.
- ¿Sabes dónde carajos están mis bóxers?
L. se levanta del piso con unos calzoncillos en la mano.
A qué hora terminaron allá.
A qué hora terminé acá.
Termina de vestirse.
- No te vayas, quédate.
- No puedo.
- No importa, quédate.
- Tengo que encontrarme con esta gente.
Además tu querida compañera de habitación no tarda en llegar.
- ¿Sabes dónde carajos están mis bóxers?
L. se levanta del piso con unos calzoncillos en la mano.
A qué hora terminaron allá.
A qué hora terminé acá.
Termina de vestirse.
- Está haciendo mucho frío.
- Ponte algo de ropa.
Si a este imbécil no se le hubiera ocurrido poner la cita a esta hora.
- ¿Pudiste dormir?
- Como hora y media.
- Tienes que dormir.
- Otro día.
- ¿Sacas la basura?
L. abre la puerta de la habitación en silencio, se desliza por un pasillo, entra a un baño, orina, se lava la cara. Cuando regresa, An. tiene puesto un piyama.
- ¿No vas a ir a tu clase?
- Voy a quedarme durmiendo.
- Bueno. Nos vemos luego.
- ¿Quieres algo de desayuno?
- No. Adiós.
- Xau.
L. besa a An., se abrazan, se besan de nuevo. An. se acuesta, L. la arropa, toma una bolsa llena de basura del suelo y se escabulle de la habitación sin mirar atrás.
Quedan un pasillo, dos puertas, un callejón largo y una reja. Mejor si nadie me ve.
...
Hace frío y nada que amanece. La basura en su lugar. Alcanzo a pasar por mi "casa", bañarme, desayunar algo. Carajo, espero que ya hayan solucionado el problema del agua fría. Con este maldito resfrío no me conviene bañarme con agua fría. Hace como cuatro días que no me baño, ya es hora. ¿Cuántas cuadras son? una, dos, tres, cuatro, cinco, doblo a la derecha, por el callejón a la izquierda, timbro, que me abran y me miren mal. Culpa de ellos por no darme llaves. Maldito lugar de los mil infiernos, cómo lo detesto. Estaría bien mudarme pero no tengo tiempo para buscar un sitio mejor. Sigue siendo de noche, eso está bien. Debería dormir un poco. Hoy es el bloomsday, que sea un buen día. Como raro, saliendo de noche, entre sombras, por la ventana, saltando rejas, sin que me vean, jugando al back door man, huyendo. Bien vale la pena. Primer persona que me cruzo, vestido, corbata. Oficinista que va al trabajo. Envidiable. ¿Cómo me veré?, un desastre, eso es seguro, ¿qué pensará de este tipo que se arrrastra a estas horas y por estas calles? Cuánta prisa, como si fuera a perder el tren. ¿El metro ya abrió?, claro, van a ser las siete. ¿A qué hora amanecerá? Hoy no hay perros que me sigan, extraño, estarán en el parque, me dejaron solo. Luego voy y los visito, los echo de menos. Ahí va otro, que se le escapa la vida, "corramos, corramos, no importa a dónde vamos", decía. Bonitas calles solas. Bonitas calles con charcos. En una hora estarán inundadas de adolescentes que van a la universidad. Mejor huír antes de.El timbre suena, pasan algunos segundos y suena de nuevo.
- ¿Quién es?
- Yo.
La puerta se abre. La casera le da paso a L.
- Gracias.
Que no me diga nada. Todo es culpa de ellos por no darme llaves. Todo es culpa de ellos. Yo pregunté si podía llegar a cualquier hora y dijeron que sí. Todo es culpa de ellos. A la cocina primero, tengo hambre. Hmmm, no me queda leche, sólo un par de panes. Tendré que robar un poco de café de nuevo. Caliento el pan en el microondas, uso su mantequilla y su mermelada, me sirvo un café. Agh, no quisiera ir a la reunión de ahora, es una pérdida de tiempo. Pero no me gusta quedar mal. Si tan solo. Listo, al segundo piso, descargo la mochila, me doy una ducha, me cambio de ropas. "Llevas cuatro días con la misma ropa", dijo. Qué quería, todo este tiempo estuve viviendo en su casa.
...
Al final L. no se baña porque el agua, efectivamente, está fría. Se harta de todo y decide dormir un poco más. Alguien lo desiperta, se le hizo tarde. Maldice todo el día. Se aburre. Se desespera. Se angustia. Se baña de mala gana pero sin echarse champú y se va para algún lado y se encuentra con amigos. Hablan pendejadas. Aparece An. Disimulan, no se conocen. Alguien, una autoridad en algo, le agarra el ego a patadas y L. sólo pude darle la razón. Huye. En el metro observa a la gente y queda intrigado por un par de tipos con una linterna muy pequeña que proyecta mujeres desnudas. L. decide caminar.
L. trató. L. siempre intenta. L. perdió. está acostumbrado. L. siente asco de sí mismo y de la mayoría de cosas a su alrededor. L. es un ser triste y enfermizo y lo sabe. L. experiemtna muchos sentimintos nuevos y no sabe cómo reaccionar. L. cree que ya no es el de antes -pero de pronto sí-. A L. últimamente le encanta mandar las cosas -y a veces a las personas- al carajo.
L. va al centro, camina, cuenta mujeres con vestidos rojos (13 hasta el momento en que sencillamente se le olvida seguir), cambia unos pocos dólares, entra a su café de confianza y pide un cortado y un emparedado de jamón y queso, seguramente dibuja un rato en su libreta mientras piensa qué carajos hacer con su vida. L. está harto, quiere irse de esa ciudad, quiere botarlo todo. Maldice todo el día. Se aburre. Se desespera. Se angustia. Se frustra. Decide que el tiempo ha llegado, que se va, que abandona de nuevo. Respira un poco. Sale del café.
L. ve en una pantalla que según los pronósticos lloverá de jueves a sábado. Seguido. Sin descanso. A L. eso lo reconforta un poco. L. piensa en la ciudad donde nació y decide que, igual, aún no es tiempo de volver, le queda un poco a este viaje. L. habla con W. en algún momento y le promete que Ulises va a regresar y que, como en Los Simpson, va a atravezar a sus pretendientes con una lanza. L. recuerda cosas al azar, como esa noche en Lima, fumando mariguana en una calle de Miraflores con un español en extremo amanerado y un francés imbécil con complejo de Manu Chao. Recuerda que esa vez llegó la policía. Recuerda que detesta a Manu Chao y que alguna vez trató de cambiar una entrada VIP de un concierto de ese sujeto por drogas o dinero para alcohol. Luego recuerda que lleva cerca de tres semanas sobrio y le da sed. Maldice todo el día. Se aburre. Se desespera. Se angustia. Se frustra. Se llena de rabia. Se odia. L. compra el diario, lo lee, se burla y selecciona los titulares que más lo divierten.
Después no importa, caminando y pensando pendejadas L. llega a su casa o a la casa de un amigo a preparar una pasta o a la casa de An. a hacer una de sus inadecuadas visitas. L., ocho días después, ya ni se acuerda. Sólo sabe que ese día, como tantos otros, renunció a algo, abandonó algo, se rindió una vez más. L. le da vueltas a lo del bloomsday por varios días en la cabeza y al final hace una pendejada, no es capaz de terminar lo que empezó, no le da el tiempo, la cabeza, algo siempre le falla. Maldice todo el día. Se aburre. Se desespera. Se angustia. Se frustra. Se llena de rabia. Se odia. Se asquea. Se renuncia. Se reconcilia.
Ya sabremos más de L.
...
Hay días que cuando terminan me hacen sentir que he vivido mucho en unas pocas horas. No pasa nada, ningún suceso extraordinario, la misma rutina decadente y mediocre de siempre. Sin embargo la variedad de sensaciones y sentimientos que vivo casi a diario no dejan de maravillarme; trato de no sentir, pero una vez empiezo, me gusta y no puedo dejarlo. En un día puedo sentir muchas cosas -cosas muy negativas en los últimos tiempos, pero cosas al fin y a cabo-. Se siente, que es lo importante. Se sobrevive, que es lo importante, me digo muy a menudo.
Escribió L. antes de acostarse. L. ese día tampoco pudo dormir.